Contramarcas
Las contramarcas en las monedas antiguas de Hispania (siglos III-I a.C.)
Las monedas Antiguas muestran información adicional mediante la aplicación de contramarcas. La evidencia numismática indica que este fenómeno es casi tan antiguo como la invención de la moneda, pues sobre las primeras emisiones de electrón aparecen marcas aplicadas por particulares desde inicios del siglo VI a.C. (Le Rider 1975: 27-28). El contramarcado rápidamente se difundió por todo el Mundo Antiguo, especialmente a partir de época helenística, cuando se detecta que los organismos estatales empezaron también a aplicar sus propias marcas (Le Rider 1975: 37). Sin duda, los romanos fueron los más efectivos y pragmáticos en la aplicación de contramarcas. Sobre sus monedas se han documentado numeroso punzones tanto de origen privado como estatales-cívicos, especialmente entre los siglos I a.C. y I d.C., aunque en la parte oriental del Imperio tenemos marcas hasta el siglo III d.C (Howgego 1985). La península ibérica no quedó ajena a este proceso que se expandía por el Mediterráneo, ya que las monedas muestran que desde finales del siglo III a.C. ya se comenzaron a aplicar (Cerdà 2022: 227, 230, n.º 32).
El estudio de las contramarcas aplicadas sobre el numerario peninsular es difícil de abordar por la descontextualización arqueológica del material y el desconocimiento casi absoluto del significado que se quería transmitir. Por ello, su análisis despertó poco interés entre eruditos, anticuarios y estudiosos desde el siglo XVIII al XX. A partir de aquel momento se iniciaron los primeros trabajos de rigor en los que autores como Vives, Vigo o Guadán intentaron aproximar el significado y la utilidad de las marcas que documentaron (véase una síntesis bibliográfica en Cerdà 2022: 222-224). En la actualidad, se sigue avanzando en este objeto de estudio con publicaciones convencionales y en línea que han permitido la difusión y el acceso a numerosas monedas contramarcadas que eran ajenas al mundo de la investigación hace varias décadas. Pese a todos estos esfuerzos, todavía queda mucho por conocer sobre las contramarcas hispanas, aunque su análisis permite apreciar la complejidad del sistema monetario peninsular y los diferentes usos secundarios que tuvo parte de su numerario.
Para la elaboración de este índice de contramarcas han sido estudiadas alrededor de un millar de monedas. Se han catalogado 119 tipos distintos que se muestran ordenados numéricamente. Algunos de ellos poseen variantes que se han definido con letras (1a, 1b, 1c, etc.). De este conjunto, 108 tipos se estamparon entre el siglo III a.C. y la década de los años 40 a.C. por sus características formales, epigráficas o por el tipo de monedas sobre las que se documentan. El resto de punzones son de época Imperial, porque también se estamparon sobre monedas provinciales. La presencia de estas contramarcas imperiales sobre numerario de los siglos II y I a.C. evidencia que estas piezas estuvieron en circulación durante un largo periodo de tiempo, que en ocasiones pudo ser de un siglo o más tal y como se ha documentado en la estratigrafía arqueológica (Campo, Ruiz de Arbulo 1989: 159-160).
Todas las contramarcas que presentamos aparecen aplicadas con punzones de pequeño tamaño (entre 1 mm y algo más de 10 mm) con formas rectangulares/cuadradas, redondas/ovales, romboidales, triangulares, incisas o punteadas. Muchas de ellas son muy sistemáticas en su disposición sobre el anverso o el reverso de las piezas, aunque en muy pocos casos podemos saber si su aplicación fue cívica, particular, relacionada con un oficio, con el comercio, con algún personaje histórico, con alguna utilidad práctica o con el mundo militar. Estamos convencidos de que próximos hallazgos podrán ayudar a definir mejor la función de cada marca.
Este catálogo trasciende los límites de las publicaciones en papel puesto que, secuencia los diferentes punzones documentados y las monedas atribuidas a cada tipo haciendo posible el acceso a la totalidad del material de estudio. Además, permite la realización de progresivos ajustes y ampliaciones del propio índice ante la aparición de contramarcas inéditas hasta el momento.
El estudio de las contramarcas aplicadas sobre el numerario peninsular es difícil de abordar por la descontextualización arqueológica del material y el desconocimiento casi absoluto del significado que se quería transmitir. Por ello, su análisis despertó poco interés entre eruditos, anticuarios y estudiosos desde el siglo XVIII al XX. A partir de aquel momento se iniciaron los primeros trabajos de rigor en los que autores como Vives, Vigo o Guadán intentaron aproximar el significado y la utilidad de las marcas que documentaron (véase una síntesis bibliográfica en Cerdà 2022: 222-224). En la actualidad, se sigue avanzando en este objeto de estudio con publicaciones convencionales y en línea que han permitido la difusión y el acceso a numerosas monedas contramarcadas que eran ajenas al mundo de la investigación hace varias décadas. Pese a todos estos esfuerzos, todavía queda mucho por conocer sobre las contramarcas hispanas, aunque su análisis permite apreciar la complejidad del sistema monetario peninsular y los diferentes usos secundarios que tuvo parte de su numerario.
Para la elaboración de este índice de contramarcas han sido estudiadas alrededor de un millar de monedas. Se han catalogado 119 tipos distintos que se muestran ordenados numéricamente. Algunos de ellos poseen variantes que se han definido con letras (1a, 1b, 1c, etc.). De este conjunto, 108 tipos se estamparon entre el siglo III a.C. y la década de los años 40 a.C. por sus características formales, epigráficas o por el tipo de monedas sobre las que se documentan. El resto de punzones son de época Imperial, porque también se estamparon sobre monedas provinciales. La presencia de estas contramarcas imperiales sobre numerario de los siglos II y I a.C. evidencia que estas piezas estuvieron en circulación durante un largo periodo de tiempo, que en ocasiones pudo ser de un siglo o más tal y como se ha documentado en la estratigrafía arqueológica (Campo, Ruiz de Arbulo 1989: 159-160).
Todas las contramarcas que presentamos aparecen aplicadas con punzones de pequeño tamaño (entre 1 mm y algo más de 10 mm) con formas rectangulares/cuadradas, redondas/ovales, romboidales, triangulares, incisas o punteadas. Muchas de ellas son muy sistemáticas en su disposición sobre el anverso o el reverso de las piezas, aunque en muy pocos casos podemos saber si su aplicación fue cívica, particular, relacionada con un oficio, con el comercio, con algún personaje histórico, con alguna utilidad práctica o con el mundo militar. Estamos convencidos de que próximos hallazgos podrán ayudar a definir mejor la función de cada marca.
Este catálogo trasciende los límites de las publicaciones en papel puesto que, secuencia los diferentes punzones documentados y las monedas atribuidas a cada tipo haciendo posible el acceso a la totalidad del material de estudio. Además, permite la realización de progresivos ajustes y ampliaciones del propio índice ante la aparición de contramarcas inéditas hasta el momento.